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viernes, 15 de julio de 2016

#Microcuentos del 1 al 15 de julio de 2016


Este será el último movimiento que aparecerá en nuestra caja negra.
Espero que algún día seas valiente y te atrevas a verla.

Cuando un tornado derribó la muralla,
en vez de encerrarse aún más en la ciudadela,
aprovechó para explorar los alrededores.

Vivía
con la lluvia encima
y el mar bajo sus pies.
El viento y las corrientes
le zarandeaban.
Pero siempre iba a donde quería ir.

Llevaba colgado al cuello
un reloj invisible
en constante cuenta atrás
que cada cierto tiempo
Le hacía autodestruirse.
Otra vez.

Había restos de pintura por todas partes.
Su sonrisa (obra de arte) se había ido desangrando en todos sus lugares felices.

Era como una idea extraviada,
muy clara a lo lejos
difícil de alcanzar cuanto más se acercaba.
Pero no podía dejar de pensarla.

Las palabras son magia
pueden crear vínculos
romper relaciones
dar felicidad o tristeza
poner distancia
transmitir sensaciones.

Quería pertenecer al hilo,
sin formar parte del nudo
que le obligara a permanecer atada.

Solo vivía en historias con un final anunciado
que no dejan más heridas
que las que hay en una partida perdida de antemano.

A veces me gusta imaginar que en algún universo paralelo,
la vida nos ha dado más tiempo
y he llegado a conocerte mucho mejor.

Y si era cierto que el primer beso de amor daba la vida, no era de extrañar que el último lo diera la mismísima muerte.

De vez en cuando recordaba momentos felices que no volverían
con una punzada de dolor
y veneno amargo
que tardaba en irse días.

Eso significaba, a veces, hacernos mayores.
Algunos lugares, ilusiones y sentimientos eran más pequeños de lo que recordábamos.

Amor de verano solo hay uno,
el resto no son más que besos bajo el sol.

Al igual que el azar ya no pensaba en términos de perder o de ganar.
No era cuestión de suerte.
Era algo que había que aceptar.

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