Secciones

lunes, 31 de agosto de 2015

#Microcuentos del 16 al 31 de agosto de 2015




Lo nuestro fue un amor de probador.
De ajustes e intentos,
de indecisión,
de no combinarnos a tiempo
y 15 días de devolución.

Si bien es cierto que nos dieron la oportunidad de elegir los finales, qué complicado resulta acertar la fecha exacta.

Los días estaban contados
pero de pequeños dejamos de llevar la cuenta.
Ya no podemos recordar,
solo disfrutar lo que nos queda.

Cuando todo cambió
me decidí a huir bien lejos.
Viajar te da las herramientas para volver al principio,
partiendo desde el final.

No entiendo cómo nos encontramos de nuevo.
Debe ser que nunca dejé de buscarte,
porque ni el azar justifica ya tanto encuentro.

La mala suerte de buscar
cosas que hace tiempo se perdieron
y como consecuencia encontrar
aquellas que ya no son lo que fueron.

No es que se hubiera apagado la llama,
es que simplemente un día,
dejó de interesarnos el fuego.

No nos damos cuenta de hasta que punto ciertos hechos nos han cambiado hasta que un viejo amigo nos mira con ojos de extraño.

A veces, tanta racionalidad junta, solo es la muralla que contiene una insaciable locura.

De un tiempo a esta parte
hay algo que no me funciona bien ahí dentro
y me da miedo asomarme 
por si no me encuentro.

Ella seguía con el corazón en camuflaje
porque su guerra no había terminado.

Como tantas otras veces terminó sin acabar
con un pasillo inmensamente estrecho,
sin puertas,
y con mucho tiempo para andar.

Me reconcilié, un poco, conmigo mismo
cuando recordé lo andado
porque cuando las cosas van mal
es fácil olvidar el pasado.

Se quedó con el único capaz de construir, cada día, algo diferente con los trozos que habían quedado de ella.

No había en su mirada una pizca de cordura.
Pero existía, en cambio, racionalidad en su locura.
Y alguien sabría encontrarla.

Sigo con la sensación de que últimamente la mayoría de finales están durando más que los principios.




sábado, 15 de agosto de 2015

#Microcuentos del 1 al 15 de agosto de 2015



Prométeme que el tiempo, que estemos sin vernos, no borrará todo lo que hemos pasado.
Aunque este destierro dure miles de años.

Al caernos en marcha comprendimos:
que medio camino nos habían llevado
y el otro medio lo debíamos recorrer por nosotros mismos.

Dependiendo de la importancia, de la hoja arrancada, notarás que suena más o menos hueco el pasar de sus páginas.

Estar parado no significa siempre un final.
A veces, detenernos a tiempo, puede brindarnos una segunda oportunidad.

Era imposible abandonarla,
porque ella nunca había estado ahí,
solo dejaba recuerdos a su paso
y era imposible de seguir.

Nunca debí mirar atrás
solo porque tú pusieras
espejos
cada vez que avanzaba en mi deriva.
Ahora no distingo
el futuro del cristal.

Sentía que avanzaba en contra de su propia felicidad, cuando tenía que dejar tras de sí, el único sitio en el que quería estar.

Aprendimos a mirar,
de una ojeada,
pero sin dejar de vernos,
y no pudimos observar,
que aquellas vistas,
nos estaban dejando ciegos.

No dan segundas oportunidades.
Algunos momentos pisan tan fuerte a su paso, que destruyen los puentes con solo cruzarlos.

Cada uno intentaba arrastrar al otro hacia su locura.
Hasta que descubrieron que solo eran salas separadas bajo una misma cúpula.

Tú esperabas
que yo estuviera bien,
como si mi mente racional,
pudiera detener,
mis latidos en el tiempo
y no morir.
En el intento.

Debiste entender,
que solo intentaba huir,
de ese abismo emocional,
que dejamos entreabierto
por si uno de los dos quería volver.

El regalo perfecto pasó de mano en mano hasta que alguien lo consideró demasiado valioso para entregarlo.
Al perder su esencia, desapareció.

Andaba buscándote
para que la realidad sobrescribiera el cuento,
que la imaginación y el tiempo
me habían contado sobre ti.